Según Platón, las ideas o formas son la verdadera
realidad ya que, a diferencia del mundo sensible que captan nuestros sentidos y
que es continuamente cambiante, son eternas e inmutables. El mundo sensible nos
es accesible mediante los sentidos, pero éstos sólo nos dan conocimiento de lo
particular. La ciencia, entendida como conocimiento verdadero o episteme, en
cambio, no es ciencia de lo meramente particular, sino que es siempre ciencia
de lo universal. (Teeteto,151e-183c., ver texto ).
Pero la universalidad sólo es accesible a la razón. El
mundo sensible es el terreno de la doxa
(
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parcial e imperfecto; la episteme, el verdadero conocimiento, es de lo universal, de
las ideas.
El
mundo de las ideas, que es más real que el mundo sensible, es el modelo o paradigma
del mundo sensible, que es sólo una continua y cambiante representación suya, y
es este mundo el que permite la existencia de la ciencia. De la misma manera que
la botánica no estudia este pino o aquel ciprés, sino que estudia las coníferas
y, más en general, todos los vegetales; la filosofía como ciencia suprema ha de
tener como objeto no las cosas particulares del mundo sensible, sino las ideas,
es decir, los fundamentos.
Por
ello, es muy importante señalar que las ideas de las que habla Platón no deben
confundirse nunca con los contenidos de nuestra mente. La noción de idea como
contenido mental aparecerá más tarde, en la filosofía de Descartes.
Para Platón las ideas existen independientemente de si son o no pensadas,
tienen realidad propia, independiente de las cosas y separadas de ellas,
e incluso son más reales que las cosas del mundo sensible. (Hipias mayor,
287c-d; Fedón, 100a-c; República, 507a-c;508c-509b; ver texto ).
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