El concepto de que la Tierra es
mantenida y regulada de forma activa por la vida de la superficie tuvo sus
orígenes en la búsqueda de vida en Marte. Todo empezó una mañana durante la
primavera de 1961, cuando el cartero me trajo una carta que estaba tan llena de
promesas y excitación como la primera carta de amor. Era una invitación de la
NASA para ser un investigador experimental en su primera misión instrumental
lunar. [...]
La hipótesis de Gaia supone que
la Tierra está viva y considera los datos que existen a favor y en contra de
esta suposición. La presenté por primera vez a mis colegas científicos en 1971
en forma de una nota titulada «Gaia vista desde la atmósfera». Era un escrito
breve, que sólo ocupaba una página de la revista Atmospheric Environment. Los
datos que la apoyaban se habían obtenido principalmente a partir de la
composición atmosférica de la Tierra y su estado de desequilibrio químico. Estos
se resumen en la tabla 1.1 donde se comparan con la composición actual de las
atmósferas de Marte y Venus, y con la hipótesis de cuál sería ahora la
atmósfera de la Tierra si nunca hubiera tenido vida. Después de largas e
intensas discusiones, Lynn Mangulis y yo publicamos unos argumentos más
detallados y concisos en las revistas Tellus e Icarus. Luego, en 1979, Oxford
University Press publicó mi libro: Gaia: Una nueva visión de la vida sobre la
Tierra, que recogió todas las ideas desarrolladas por nosotros hasta aquel
momento. Empecé a escribir este libro en 1976, cuando las naves Viking de la
NASA estaban a punto de aterrizar en Marte. Utilicé su presencia allí como
exploradores planetarios para establecer el escenario para el descubrimiento de
Gaia, el organismo vivo más grande del Sistema Solar.
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Las edades de Gaia,
Tusquets, Barcelona 1993, p. 17-22.
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