Uno de los núcleos de la reflexión de los sofistas es la oposición entre physis (NbF4H, naturaleza) y nomos (<`:@H, normas de conducta), ya que estos autores defienden que todas las leyes, normas sociales, valores morales e instituciones políticas son fruto de una convención humana y no derivan de la naturaleza (ver texto ). Así, la mayoría de los sofistas oponen nomos (conjunto de leyes y ordenaciones sociales) a physis (naturaleza), con lo que, a la vez que se oponían a la tesis del fundamento natural de las leyes y costumbres, y a su pretendido origen en una ley eterna u orden universal del que las leyes humanas serían meros desarrollos, también rechazaban las concepciones míticas y religiosas que hacían derivar el poder y las leyes de los dioses.
Basándose en esta misma oposición entre lo que
tiene fundamento natural y lo que es meramente convencional, también
sustentaron que las normas morales son convencionales, y declararon que lo único que
hay de natural en el comportamiento humano es el ansia de placer y la ley del
más fuerte, que queda negada por las leyes convencionales. Protágoras afirmó que las instituciones políticas y las
costumbres sociales son fruto de contratos sociales entre los hombres para
permitir la convivencia y superar la ley del más fuerte. Trasímaco también afirmaba que las leyes humanas son meras
convenciones y, como Gorgias, defendía que dichas leyes están
destinadas a impedir que los más fuertes puedan valerse de su derecho natural a
la fuerza. También Antifonte
abundó en esta oposición
entre naturaleza y convención. Esto destacaba todavía más el carácter
antinatural de las leyes, ya que por naturaleza lo normal sería que el más
fuerte dominase al más débil, como acontece con todos los animales.
En general, la oposición entre naturaleza y
convención en el fundamento de las leyes será adoptada por los defensores de
las teorías del contrato
social,
como Rousseau, por ejemplo, y por los
críticos del iusnaturalismo.
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